En un mundo que se encuentra en una constante transformación digital, las empresas atraviesan un período similar que las someta a desafíos constantes en los que las mismas se ven obligadas a redefinir sus estrategias.
La creación y producción de nuevas posibilidades de productos y servicios son fieles testigos de ese análisis. Estamos pasando de un sistema empresarial sustentado en «lo físico», hacia uno fundamentado en «lo digital», en el cual la tecnología-científica, incorporada a los procesos, está reduciendo el trabajo físico, y sustituyéndolo por la automatización.
Un ejemplo claro de la sustitución de productos y servicios radica en los smartphones. En ellos hoy se aglomeran funciones para las que en tiempos pasados se necesitaban varios objetos de producción elaborada: un mapa de ruta, un reloj despertador, una cámara de fotos, una de video, un equipo de música, una enciclopedia, una agenda o hasta un lugar de compra.
Con la digitalización llegó la era del conocimiento, traducida en lo que se denomina Iot (Internet de las cosas, derivado del inglés Internet of things), un sistema de dispositivos informáticos interrelacionados, máquinas mecánicas y digitales, objetos, animales o personas que cuentan con identificadores únicos y la capacidad de transferir datos a través de una red sin que sea necesaria la interacción entre humanos o entre humanos y ordenadores. El ejemplo más claro es el de un avión que una vez despegado y llegado a los 3000 metros, deja su espacio al piloto automático para que continúe con el proceso de despegue y la ruta final hasta el destino. El mayor impacto de la digitalización de distintos ámbitos de una empresa se da con la incorporación de tecnología de Machine Learning (Aprendizaje de las máquinas) y AI (Inteligencia Artificial).
La pandemia a causa del CoVid19 aceleró los procesos de digitalización que algunas compañías avizoraban para el futuro y que otras se rehusaban a incorporar. Esta acción obligada modificó procesos en cuanto a puestos de trabajo, productos y servicios ofrecidos, formas de pago, etc. Por todo esto, la digitalización representa, en varios casos, un problema para ciertas compañías, que ven como sus productos de mayor volumen de ventas se ven reemplazados, sus servicios de confianza deben reestructurarse y el modelo total del negocio pone en jaque años de desarrollo laboral. Incluso algunas carreras universitarias y terciarias comienzan a quedar obsoletas.
Evidentemente, la digitalización está desafiando a las compañías y, por qué no, a los profesionales independientes. En ellos está la responsabilidad de llevar a cabo esa transición de la manera menos traumática, incorporando el capital humano al avance tecnológico.
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